"Experiencias como oír voces, lavarse las manos repetidamente hasta producirse úlceras, perder el control ante situaciones sociales inofensivas y no amenazantes, permanecer encerrado sin salir de casa durante años, deprimirse cuando las cosas parece que van bien, sentirse excitado sexualmente por objetos inapropiados o por animales, entre otros, se tornan enigmáticos cuando se dice que son una enfermedad y, sobre todo, cuando esa supuesta enfermedad queda desmentida por no dejar rastro en cuantos tests y análisis biológicos se realizan.
No es extraño, pues, que, así patologizados, hayan sido contemplados como un “enigma psicológico, sin causa alguna adecuada” (Kräpelin, 1988:38), que las ideas delirantes sean “incomprensibles psicológicamente y no derivan de otros síntomas ni sucesos de la vida del enfermo” (Vallejo-Nágera, 1971:44) y que la ciclotimia y la esquizofrenia sean para Kurt Schneider un “misterio antropológico” (...) el escándalo de la psiquiatría humana” (1997:35). Coincidimos con Thomas Szasz en que “el hecho de clasificar a los individuos incapacitados por problemas vitales con el rótulo de enfermos mentales retardó el reconocimiento de la naturaleza esencial de los fenómenos” (Szasz, 1968:39)."
López, E; Costa, M. (2012).