“Los niños son inherentemente vulnerables, sin embargo, a la vez son fuertes en su determinación a sobrevivir y crecer”.
"Todas las miserias del hombre se derivan de no ser capaz de sentarse en silencio, en la soledad de una habitación."
Meditación 10
"Maestro.
¿qué debo hacer de bueno
para alcanzar
la vida eterna?"
(Mt 19.16)
Imagina que te encuentras en una sala de conciertos
escuchando los compases de la más melodiosa de las músicas y que, de pronto
recuerdas que se te ha olvidado dejar cerrado tu automóvil. Comienzas a
preocuparte y ni puedes salir de la sala ni disfrutar de la música. He ahí una
perfecta imagen de la forma que tienen de vivir la vida la mayoría de los seres
humanos. Porque la vida, para quienes tienen oídos para oír, es una sinfonía;
pero es rarísimo el ser humano que escucha la música. ¿Por qué? Porque la gente
está demasiado ocupada en escuchar los ruidos que sus circunstancias y su
"programación" han introducido en su cerebro. Por eso... y por algo
más: sus apegos. El apego es uno de los principales asesinos de la vida. Para
escuchar de veras la sinfonía hay que tener el oído lo bastante sensible como
para sintonizar con cada uno de los instrumentos de la orquesta. Si únicamente
disfrutas con los instrumentos de percusión, no escucharás la sinfonía, porque
la percusión te impedirá captar el resto de los instrumentos. Lo cual no
significa que no puedas preferir dicho sonido, o el de los violines, o el del
piano, porque la mera preferencia por uno de los instrumentos no reduce tu
capacidad de escuchar y disfrutar de los demás. Pero, en el momento en que tu
preferencia se convierta en "apego", te harás insensible a los
restantes sonidos y no podrás evitar el minusvalorarlos. Tu apego excesivo a un
determinado instrumento te cegará, porque le concedes un valor desproporcionado.
Fíjate ahora en una persona o cosa por la que
experimentes un apego excesivo: alguien o algo a quien hayas concedido el poder
de hacerte feliz o desdichado. Observa cómo -debido a tu empeño en conseguir a
esa persona o cosa, aferrarte a ella y disfrutar única y exclusivamente de
ella; debido a tu obsesión por esa persona o cosa- pierdes sensibilidad con
relación al resto del mundo. Te has insensibilizado. Ten el coraje de ver cuán
parcial y ciego te has vuelto ante ese objeto de tu apego.
Si eres capaz de verlo, experimentarás el deseo de
liberarte de dicho apego. El problema es: ¿cómo hacerlo? La mera renuncia o el
simple alejamiento no sirven de nada, porque el hacer desaparecer el sonido de
la percusión volverá a hacerte tan duro e insensible como lo eras cuando te
fijabas únicamente en dicho sonido. Lo que necesitas no es renunciar, sino
comprender, tomar conciencia. Si tus apegos te han ocasionado sufrimiento y
aflicción, ésa es una buena ayuda para comprender. Si, al menos una vez en tu
vida, has experimentado el dulce sabor de la libertad y la capacidad de
disfrutar de la vida que proporciona la falta de apegos, eso te será igualmente
útil. También ayuda el percibir conscientemente el sonido de los demás
instrumentos de la orquesta. Pero lo verdaderamente insustituible es tomar
conciencia de la pérdida que experimentas cuando sobrevaloras la percusión y te
vuelves sordo al resto de la orquesta.
El día en que esto suceda y se reduzca tu apego a
la percusión, ese día ya no dirás a tu amigo: "¡Qué feliz me has
hecho!". Porque, al decírselo. lo que haces es halagar su "ego"
e inducirle a querer agradarte de nuevo, además de engañarte a ti mismo
creyendo que tu felicidad depende de él. Lo que le dirás, más bien, será:
"Cuando tú y yo nos hemos encontrado, ha brotado la felicidad". Lo
cual hace que la felicidad no quede contaminada ni por su "ego" ni
por el tuyo, porque ninguno de los dos puede atribuirse el mérito de la misma.
Y ello os permitirá a ambos separaros sin ningún tipo de apego excesivo y experimentar
lo que vuestro mutuo encuentro ha producido, porque ambos habréis disfrutado,
no el uno del otro, sino de la sinfonía nacida de vuestro encuentro. Y cuando
tengas que pasar a la siguiente situación, persona u ocupación, lo harás sin
ningún tipo de sobrecarga emocional. y experimentarás el gozo de descubrir que
en esa siguiente situación, y en la siguiente, y en cualesquiera situaciones
sucesivas, brota también la sinfonía, aunque la melodía sea diferente en cada
caso.
En adelante, podrás ir pasando de un momento a otro
de la vida plenamente absorto en el presente, llevando contigo tan poca carga
del pasado que tu espíritu podría pasar a través del ojo de una aguja; tan
escasamente afectado por la preocupación acerca del futuro como las aves del
cielo y los lirios del campo. Ya no estarás apegado a ninguna persona o cosa,
porque habrás desarrollado el gusto por la sinfonía de la vida. Y amarás
únicamente la vida y te apasionarás por ella con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Y te encontrarás tan ligero de
equipaje y tan libre como un pájaro en el cielo, viviendo siempre en el Ahora
Eterno. Entonces habrás descubierto en tu corazón la respuesta a la pregunta:
"Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?".
Por Anthony de Mello. Una llamada al amor.