La retórica del síntoma...

El modelo psicopatológico establece además que, una vez diagnosticadas como “enfermas”, lo que estas personas hagan o digan puede ser un indicador de que, en efecto, padecen la enfermedad diagnosticada. Sus comportamientos perderán su carácter autónomo y su significación biográfica y serán recategorizados como signos o síntomas de la enfermedad que padecen, como la tos y el esputo lo podrían ser de la bronquitis. Pero si la supuesta enfermedad es una logomaquia, el síntoma, supuesto indicador de la misma es también un enunciado vacío de contenido referente, un espejismo verbal al que, no obstante, se le otorgarán equivalencias funcionales literales con los síntomas de una enfermedad. En este sentido, confundir el comportamiento humano y los problemas de comportamiento como un “signo” o un “síntoma” de una enfermedad constituye un fraude epistemológico y lógico, además de una tautología.

Maudsley era consciente de esta tautología: “(...) esto conduce a argumentos en círculo vicioso (...), inferimos la falta de salud de la mente por las características de los actos; y, por otra parte, es porque pensamos que hay un trastorno de la mente que declaramos que esos actos son de loco” (1991:194). Kräpelin, sin embargo, parecía no ser tan consciente al atribuir la desgana de la depresión a un supuesto “impedimento de la volición” (Kräpelin, 1988: 31-32). Si la timidez y el cortejo deconductas que la definen es recategorizada como “trastorno de ansiedad social” o “fobial social”, como ocurre en DSM-IV, a partir de entonces podrá ser descrita como “causada” por el supuesto trastorno (“rehuye el contacto social porque padece un trastorno de ansiedad social”). Otro tanto ocurre cuando decimos “sabemos que no atiende en clase porque padece un trastorno de déficit de atención con hiperactividad”, o cuando decimos “desafía a los adultos o rehúsa cumplir sus demandas porque padece una trastorno negativista desafiante”.

López, E; Costa, M. (2012).